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Entre mazmorras y mundo abierto.

Entre mazmorras y mundo abierto.

Desde sus inicios en 2D con juegos como A Link to the Past y Link’s Awakening, The Legend of Zelda se caracterizó por una fórmula basada en la exploración libre, mazmorras desafiantes y narrativa implícita. Estas entregas ofrecían claridad en los objetivos, ritmo preciso y jugabilidad elegante, elementos que muchos fans consideran la esencia de la saga. Incluso títulos posteriores como A Link Between Worlds rescataron este espíritu con éxito.

El paso al 3D llegó en 1998 con Ocarina of Time, transformando la experiencia con un mundo más inmersivo y nuevas mecánicas como el Z-Targeting. Desde entonces, juegos como Twilight Princess, Skyward Sword y Breath of the Wild expandieron la escala y la libertad del universo Zelda, aunque también enfrentaron críticas por la pérdida de estructura tradicional, la disminución del peso de las mazmorras y el enfoque más cinematográfico.

La discusión entre Zelda en 2D y en 3D va más allá de la nostalgia o la tecnología. Mientras los primeros ofrecen un diseño más enfocado y conciso, los segundos proponen una experiencia más abierta y visualmente ambiciosa. Aun así, ambas vertientes comparten el mismo espíritu de curiosidad y descubrimiento.

Con Tears of the Kingdom, muchos fans aprecian la libertad y la interacción con el entorno, pero también extrañan elementos clásicos como las llaves maestras o los objetos que abren nuevos caminos. Al mismo tiempo, títulos como Cadence of Hyrule, el remake de Link’s Awakening y proyectos fanmade mantienen viva la fórmula tradicional.

Nintendo ha respondido a esta dualidad con un enfoque mixto: remakes, spin-offs y constantes guiños a los clásicos buscan equilibrar las preferencias de distintos públicos. Además, el significado de “ser Zelda” cambia con cada generación; para algunos es planear en parapente o cocinar, para otros, volver a los píxeles y las mazmorras.

No se trata de elegir entre dos caminos, sino de aceptar la riqueza de una saga capaz de reinventarse sin perder su identidad. A lo largo de casi 40 años, Zelda ha sido aventura, exploración y sorpresa, sin importar su forma. Tanto en mundos tridimensionales como en mapas pixelados, sigue siendo una historia que se reescribe con cada jugador y cada época. Dividida, sí, pero más viva que nunca.

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